Llegan al reino rumores de guerra. Los vientos del sur traen consigo el
sonido de miles de hombres desplazándose hacia septentrión. Las tropas moras
parecen encaminarse a la villa costera de Luanco con intención de saquearla.
Las aceifas berberiscas son temibles y dejan tras de sí regueros de sangre y
fuego.
El rey Sargento I el Playu convoca a todos sus condes a la sala de guerra
del palacio de Cuatro Caminos el día de San Laborum, primer día del quinto mes de este año 2012 de
nuestro Señor. Los nobles más destacados del reino acuden a la llamada del
soberano, allí se encuentran Rubiera el Cuerpo, veterano entre los fieles a su
majestad. Desde´l Picu el Prudente, procedente de las tierras montañosas del
reino, Pedro II Transmisiones, conde palatino que acompaña al monarca desde la
capital, Cima de la
Villa. Roberto el Hombre de Turón, recién llegado de una
expedición de reconocimiento por sus feudos. Pedro I la Piedra, leal servidor
perteneciente a una de las estirpes guerreras más destacadas de este territorio
norteño, al que se unirá, con leve retraso, su hermano Piti, atareado esta
temporada, preparando una incursión a tierras cántabras en breve tiempo junto a
alguno más de los bravos que hoy no pudieron acudir por inexcusables
obligaciones en sus respectivos condados. Cortés el Irónico, caballero recio,
de tan afilada lengua como espada. Alejandro Janjun , el más diestro en el combate cuando
los frías nieves cubren el terreno, al que escoltaban tres ilustres más que
acudían a la llamada, Daniel y los Alejandros, del mismo nombre pero diferente
linaje, uno de ellos portando un extraño
artefacto del que decían dejaría constancia de todo aquello que fuera
sucediendo, alguno insinuó que en su interior se encontraba un pequeño
escribano, tal vez discípulo de aquel beato de Liébana, que no perdía detalle
de lo que acontecía a su alrededor. Por último este que escribe, José Ylqh el
Melero, cuyas únicas gestas son el haber acompañado a los descritos en muchas
de sus campañas guardando la retaguardia del ejército.
Se inició el camino a la hora de laudes. Emprendió la marcha el monarca
después de tomar la decisión de desplazarnos por terrenos agrestes, evitando
las rutas más rápidas y cómodas en las que las huestes sarracenas, que nos
superaban en número, podrían infligirnos graves daños. Desde Jove ascendimos hasta las proximidades
del antiguo asentamiento astur de la
Campa de Torres.
Una vez en lo alto encaminamos nuestras
tropas hacia la llanura de Aboño. En el descenso la montura del Hombre de Turón
sufre un corte en una de sus patas, asistido por el propio soberano y por
alguno más de los caballeros, se unió al resto de nosotros en el llano.
Cruzamos el rio Aboño adentrándonos en tierras de Carreño, apenas ya nos
despegaríamos de la costa el resto del camino. Tuvo que abandonarnos en estos
lares uno de los nobles que habían acudido junto a Janjun, impedimentos
insalvables aconsejaron su regreso.
El condado de Xivares fue quedando también
atrás y asomados a peligrosos acantilados alcanzamos el antiguo asentamiento de
Perlora, saqueado y derruido en tiempos no muy lejanos, tiempos de guerras
intestinas en las que diferentes facciones se disputaban el poder. Mientras lo
atravesábamos algunos de nosotros
recordábamos el pasado esplendor del lugar del que, los de más edad, pudimos
disfrutar antaño.
La entrada en Candás la hicimos recorriendo su vía principal sin
impedimento alguno, pues sus gentes se mantienen afines al la dinastía
reinante. Abandonamos la villa por una senda que, en pronunciado ascenso, nos
acercó al faro y más tarde al camposanto.
Reagrupamos nuestras fuerzas antes de
ponernos en movimiento nuevamente hacia Antromero. Para no delatar nuestra presencia nos vimos
obligados a descender a las playas y vadear crecidos ríos que desbordaban sus
frías aguas en el mar Cantábrico.
Ya estábamos muy cerca de enfrentarnos al enemigo. En breve reunión se
decidió hacia dónde dirigir todo el grueso de nuestro ejército, intentando
arremeter por sorpresa y en un único golpe pues empezábamos a sentir el
cansancio del camino.
Fue la tahona de la población el objetivo elegido. Las huestes caldeas, probablemente alertadas
ya de nuestros movimientos y sabedoras de nuestra fama de aguerridos soldados,
habían desistido en su incursión de saqueo. Pudimos celebrarlo en magnifico
banquete, alguno aprovecho para aprovisionarse de ricos manjares que llevar a
su castillo.
Con el fin de asegurar el territorio, los hermanos Pedro y Piti regresaron
por la calzada principal, el resto desandamos el camino, escuchando al conde
Rubi renegar de su palafrenero y jurando aplicarle un severo castigo.
La paz continua en el reino pero seguro que el futuro nos volverá a traer
de nuevo a los caminos. Pero eso ya será otra historia.
¿Está escrito en romance Paladín, o es que lo borda el Chavalín?
ResponderEliminarChapeau Jose.
Bravo, bravo y tres veces bravo, por tan magnifica crónica.Leyéndola ya me están entrando ganas de volver a invadir otra región.
ResponderEliminarinspiradísima y expléndida crónica; sin duda ... bravos para "Ylqh"
ResponderEliminar¡Muy bueno! Ya se veía que estabas muy suelto ayer, jajaja. Repechinos, hay que hacese con una máquina de vídeo como esa de Jandrín ¡Vaya calidad!
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