martes, 1 de mayo de 2012

En defensa del Reino.


Llegan al reino rumores de guerra. Los vientos del sur traen consigo el sonido de miles de hombres desplazándose hacia septentrión. Las tropas moras parecen encaminarse a la villa costera de Luanco con intención de saquearla. Las aceifas berberiscas son temibles y dejan tras de sí regueros de sangre y fuego.
 
El rey Sargento I el Playu convoca a todos sus condes a la sala de guerra del palacio de Cuatro Caminos el día de San Laborum,  primer día del quinto mes de este año 2012 de nuestro Señor. Los nobles más destacados del reino acuden a la llamada del soberano, allí se encuentran Rubiera el Cuerpo, veterano entre los fieles a su majestad. Desde´l Picu el Prudente, procedente de las tierras montañosas del reino, Pedro II Transmisiones, conde palatino que acompaña al monarca desde la capital, Cima de la Villa. Roberto el Hombre de Turón, recién llegado de una expedición de reconocimiento por sus feudos. Pedro I la Piedra, leal servidor perteneciente a una de las estirpes guerreras más destacadas de este territorio norteño, al que se unirá, con leve retraso, su hermano Piti, atareado esta temporada, preparando una incursión a tierras cántabras en breve tiempo junto a alguno más de los bravos que hoy no pudieron acudir por inexcusables obligaciones en sus respectivos condados. Cortés el Irónico, caballero recio, de tan afilada lengua como espada.  Alejandro  Janjun , el más diestro en el combate cuando los frías nieves cubren el terreno, al que escoltaban tres ilustres más que acudían a la llamada, Daniel y los Alejandros, del mismo nombre pero diferente linaje,  uno de ellos portando un extraño artefacto del que decían dejaría constancia de todo aquello que fuera sucediendo, alguno insinuó que en su interior se encontraba un pequeño escribano, tal vez discípulo de aquel beato de Liébana, que no perdía detalle de lo que acontecía a su alrededor. Por último este que escribe, José Ylqh el Melero, cuyas únicas gestas son el haber acompañado a los descritos en muchas de sus campañas guardando la retaguardia del ejército.
Se inició el camino a la hora de laudes. Emprendió la marcha el monarca después de tomar la decisión de desplazarnos por terrenos agrestes, evitando las rutas más rápidas y cómodas en las que las huestes sarracenas, que nos superaban en número, podrían infligirnos graves daños.  Desde Jove ascendimos hasta las proximidades del antiguo asentamiento astur de la Campa de Torres. 
Una vez en lo alto encaminamos nuestras tropas hacia la llanura de Aboño. En el descenso la montura del Hombre de Turón sufre un corte en una de sus patas, asistido por el propio soberano y por alguno más de los caballeros, se unió al resto de nosotros en el llano.
 
 
Cruzamos el rio Aboño adentrándonos en tierras de Carreño, apenas ya nos despegaríamos de la costa el resto del camino. Tuvo que abandonarnos en estos lares uno de los nobles que habían acudido junto a Janjun, impedimentos insalvables aconsejaron su regreso. 
 
 
 

El condado de Xivares fue quedando también atrás y asomados a peligrosos acantilados alcanzamos el antiguo asentamiento de Perlora, saqueado y derruido en tiempos no muy lejanos, tiempos de guerras intestinas en las que diferentes facciones se disputaban el poder. Mientras lo atravesábamos  algunos de nosotros recordábamos el pasado esplendor del lugar del que, los de más edad, pudimos disfrutar antaño.
 
 
La entrada en Candás la hicimos recorriendo su vía principal sin impedimento alguno, pues sus gentes se mantienen afines al la dinastía reinante. Abandonamos la villa por una senda que, en pronunciado ascenso, nos acercó al faro y más tarde al camposanto. 
Reagrupamos nuestras fuerzas antes de ponernos en movimiento nuevamente hacia Antromero.  Para no delatar nuestra presencia nos vimos obligados a descender a las playas y vadear crecidos ríos que desbordaban sus frías aguas en el mar Cantábrico. 
 
 
 
Ya estábamos muy cerca de enfrentarnos al enemigo. En breve reunión se decidió hacia dónde dirigir todo el grueso de nuestro ejército, intentando arremeter por sorpresa y en un único golpe pues empezábamos a sentir el cansancio del camino. 
 

Fue la tahona de la población el objetivo elegido.  Las huestes caldeas, probablemente alertadas ya de nuestros movimientos y sabedoras de nuestra fama de aguerridos soldados, habían desistido en su incursión de saqueo. Pudimos celebrarlo en magnifico banquete, alguno aprovecho para aprovisionarse de ricos manjares que llevar a su castillo.
 
 
 
Con el fin de asegurar el territorio, los hermanos Pedro y Piti regresaron por la calzada principal, el resto desandamos el camino, escuchando al conde Rubi renegar de su palafrenero y jurando aplicarle un severo castigo.
 
 
 
 
 
 La paz continua en el reino pero seguro que el futuro nos volverá a traer de nuevo a los caminos. Pero eso ya será otra historia.


4 comentarios:

  1. ¿Está escrito en romance Paladín, o es que lo borda el Chavalín?
    Chapeau Jose.

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  2. Bravo, bravo y tres veces bravo, por tan magnifica crónica.Leyéndola ya me están entrando ganas de volver a invadir otra región.

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  3. inspiradísima y expléndida crónica; sin duda ... bravos para "Ylqh"

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  4. ¡Muy bueno! Ya se veía que estabas muy suelto ayer, jajaja. Repechinos, hay que hacese con una máquina de vídeo como esa de Jandrín ¡Vaya calidad!

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