Desde hace un tiempo algunos repechinos comentábamos que las
ruta dominicales se estaban volviendo poco motivantes ante la falta de nuevos
caminos que recorrer, solo las clásicas se salvaban pero no son muchas al año y
concentradas casi todas en el periodo veraniego. Hablábamos entre nosotros que
no estaría mal marchar una vez al mes a hacer alguna salida fuera de nuestros límites
habituales. Hoy en día el GPS nos permite prescindir de un guía conocedor de la
ruta y la oferta de recorridos en internet es inmensa y variada.
No tiene por qué ser algo muy organizado, simplemente
cualquiera puede proponer alguna zona a la que desplazarnos, buscar un
recorrido apetecible, hacer los bocadillos, coger los coches y para allá. Tampoco
se trata de que cada vez que salgamos fuera deba acabarse la excursión con un
final feliz (léase ducha de agua
caliente y opípara comilona) aunque no hay que descartarlo cuando se tercie.
El hacer algo así, sin demasiada organización, nos permite
ser flexibles en fechas buscando una meteorología favorable, no tenemos que
concretar el número de participantes para hacer reservas de ningún tipo ni nada
por el estilo, simplemente, si acaso, distribuir bicis y paisanos en los coches
pero eso ya cada uno se arregla a su manera. Una modo de acabar con la rutina
al menos una vez al mes.
Queda esta propuesta lanzada y como inauguración propongo también una ruta para
este entrante mes de noviembre por el bosque de Peloño, en Ponga, el otoño
elevado su máxima expresión.
Siguiendo
con lo que podía haber sido un futuro prometedor de los Repechinos
presentándonos a “La Voz” (en nuestro caso , “el berrido”), esta era la
cancioncilla que cantaba un chavalín hace un “montón” de años allá por el Valle
de Turón.
Lo
que son las cosas, años después, le cambiaron la letra y pasó a ser la canción
por excelencia de otra Villa, Gijón.
Lástima
no haber registrado los derechos de autor. Hoy viviríamos tan bien como
Ramoncín por lo menos.
Hoy
teníamos en nuestro calendario otra cita de las que se me antoja, serán “fijas”
para próximas ediciones, la Turón´s History Travel Bike.
Bluetomate,
Javi Guardado, Desdelpicu, Yeloqhay, Kike de la Jungla, Mani, el sargento
Playu, Turonman, Piti, Peter Stone, Luis el Mudu, Chema dos Ruedas, Trancas,
Trasmi, Lynux y el que escribe, ya estábamos como niños con zapatos nuevos en
el parking de la Guia cargando nuestras bicis antes que amaneciera.
El
madrugón merecía la pena, y la ruta que nos tenía preparada Turonman hizo que a
nadie se le pegaran las sábanas.
En
el aparcamiento del campo de fútbol del Club Deportivo Turón, preparamos
nuestras bicis y comenzamos la ruta.
aparcamiento del Campo de Fútbol C .D. T.
aparcamiento del Campo de Fútbol C .D. T.
aparcamiento del Campo de Fútbol C .D. T.
Sin
casi darnos cuenta, en un minuto de pedaleo, ya estábamos subiendo.
La
escombrera cercana Pozo San José fue nuestra primera “tachuela”. Pindia de
narices, nos hizo entrar en calor rápidamente. El pelotón se puso en fila de a
uno y los primeros andariegos del día fueron apareciendo.
subiendo por la escombrera del 3º de San José
subiendo por la escombrera del 3º de San José
escombrera del 3º de San José con el pozo al fondo y el barrio de San Francisco
subiendo por la escombrera del 3º de San José al fondo el cementerio
subiendo por la escombrera del 3º de San José
subiendo por la escombrera del 3º de San José
Preciosas
vistas del barrio de San Francisco, de Villapendi y del cementerio local.
A
medida que ascendíamos íbamos viendo algunas vetas del negro mineral que dio
fama y dinero a la zona.
Los
primeros vestigios de las antiguas instalaciones mineras fueron apareciendo a
nuestro paso. La lampistería y edificios anexos de la mina San Francisco nos enseñaron lo
que antes fue una mina de montaña.
antiguas instalaciones de la mina San Francisco
Tras
un pequeño descenso, Mani, el Mudu , Lynux y yo, nos perdimos en un cruce, y
fieles a nuestro Primer Mandamiento, ante la duda se coge la cuesta más dura.
Empezamos
a subir y subir y subir, y cuando ya el hormigón alfombraba el camino y San 36
ya no daba abasto, decidimos llamar a nuestros compañeros, y como nos esperábamos,
nos habíamos confundido y tuvimos que volver sobre nuestros pasos y bajar hasta
el pueblo de Inverniego.
Ya
todos juntos, otra vez a seguir subiendo entre las casas.
Cogimos
el antiguo camino del tren minero y llegamos al pozo Fortuna. Allí muchos
recuerdos de los trabajos mineros, rozadoras, pequeñas jaulas, locomotoras,
vagonetas, etc, decoran el paisaje.
Pozo Fortuna
Preparando el atrezzo para la foto
Dejamos el pozu Fortuna cruzando la carretera general y
subimos, por cuesta pindia, en busca de la antigua caja del ferrocarril por
donde discurre parte de la Senda. Una
vez superada la ruta vuelve a ser llana y el pedaleo más tranquilo.
En
la antigua casa de Máquinas pudimos ver una de las primeras locomotoras que funcionaban
a baterías.
Las
explicaciones de Turonman nos dejaban boquiabiertos y seguíamos sus
indicaciones sin pestañear.
Seguimos
por el camino del viejo tren minero donde
tras cruzar unos puentes “remachados”, no soldados que salvaban los riachuelos.
Puente de Arnizo
También nos toco pasar por un par de túneles que hay en la ruta. En esta ocasión el guía no nos avisó de llevar luces y nos toco hacerlo de oído, cosa que para mi resulto un poco complicada.
Continuamos por la senda dirección a la molinera. En ese punto se termina un trozo asfaltado y empieza otro repecho corto pero con fundamento que inicia el tramo de senda que nos conduce hasta las antigua instalaciones del grupo minero Mosquil.
Área recreativa del grupo minero Mosquil
Oficinas y lampistería del grupo minero Mosquil
Aquí pudimos ver más material minero. Basculadores, Jaulas de las que subían y bajaban material y personas a las minas, Locomotoras diésel y de baterías, una pala hidráulica y un plano inclinado, por donde bajaban los vagones de carbón.
Cubierta de basculador de vagones
Jaula y dos buenos pájaros
Tren de alta velocidad
La entrada a una mina, nos enseñaba el perfecto trabajo de entibado de la madera para evitar los derrumbes
Explorando la bocamina
detalle de la emtibación
Plano inclinado
Lo que más nos llamó la atención fueron las duchas.
La zona, sombría, las duchas de agua fría, y sin paredes, solo con un pobre tejado, nos daban a entender las durísimas condiciones de vida y de trabajo con que se encontraban nuestros abuelos y nuestros padres en su trabajo.
Antiguas duchas
Seguimos
subiendo hasta llegar a La Güueria de Urbiés, pueblo que nos enseñaría la
“penúltima” subida que tendríamos que hacer para alcanzar nuestra cota máxima
de hoy.
Quien
más y quien menos, puso “el molinillo” y a ritmo, llegamos hasta arriba.
La güeria camino hacia la colladiella
“Durilla”
la subida, pero llevadera, y al final, un paisaje inigualable, precioso, que
nos dejaba con la boca abierta.
La
subida nos mostraba el Aramo y el Gamoniteiro. Una vez reagrupados en la campa cimera podíamos ver al lado Peña mea.
Subida de la Güeria a campa cimera
Sierra del Aramo al fondo
Sierra del Aramo al fondo
Campa Cimera
Peña Mea desde la campa cimera
El sargento sin silla en la campa cimera
Una
vez en la Colladiella Y bajo el Monumento al Minero visitamos el interior de otra mina, y
nuevamente nos quedó claro lo durísimo que sería este trabajo.
Interior de la mina imagen de la colladiella
Interior de la mina imagen de la colladiella
Seguimos
ruta y la pista ya se volvió ancha, pero lo que no cambiaba era la pendiente,
siempre hacia arriba.
Llegamos
al Vértice Geodésico del Pico polio a 1046 metros de altitud y allí, con un vientecillo alegre, hicimos las fotos
de rigor y dejamos nuestro mensaje en el Buzón de Cumbres.
Desde
aquí se veía toda nuestra ruta, desde la salida, la zona de paso entre los
bosques y las pistas por las que circulamos.
Y
por fin empezamos a bajar. Creo que fueron 7 kilómetros de bajada. La verdad es
que no nos lo creíamos, pero era verdad.
Primero
una zona por prados y luego caminos de piedras sueltas. Después caminos
estrechos entre prados y también alguna zona no ciclable. El desnivel negativo
(no se porque lo llaman así, si se hace bajando, y eso siempre es POSITIVO),
era importante, y enseguida, de los 1065m de cota máxima de hoy, bajamos hasta el
pueblo donde teníamos los coches.
Los
frenos demostraron su poderío, y más de uno llegó con calambres en los índices
de tanto apretarlos, entre ellos yo.
Una
ducha rápida en las instalaciones deportivas, nos dejaron como nuevos, y luego
ya ……a comerrrrrrr.
Casa
Migio nos deleitó con unos platos espléndidos, fabada y pote, y cachopo y
callos a retorcer, y al final unos postres de chuparse los dedos.
La
mayoría de nosotros quedamos súper satisfechos, pero siempre tenemos algunos
“sibaritas”, Kike de La Jungla
protestaba porque la vajilla no era auténtica de la Cartuja, el Playu,
protestaba que el rebozado de los Cachopos no era con huevos de pitas de
Caleya, Trasmi, protestaba que si la nata del flan era de spray, y Luis el
Mudu, protestaba porque el café no era de lo de Juán Valdés.
En
fin, ya sabéis como ye esta “banda”, no se los puede sacar de casa.
Y
tras la opípara comida, solo quedaba la vuelta a casa. Cansados y con ganas de
dormir, tuvimos que amordazar a Luis el Mudu ( como veis en las fotos), para
que no derspertara a Peter Stone que era quien conducía la Piji-furgo.
Y
sin darnos cuenta, ya estábamos otra vez en casa.
Hoy,
por unanimidad, lo mejor de la ruta, no fue el paisaje, ni las cuestas, ni la
compañía, lo mejor fue……….LA COMIDA.
Bueno
amigos, hasta aquí nuestra Turonada. Una ruta diferente y con unas
explicaciones que poco tenían que envidiar a las de Yeloqhay en la Riboira.
Como
esto siga así, ya veo que al final de las rutas habrá exámenes. Ya me veo
metiendo “chuletas” en el bidón del isostar o comprando un gps y en vez de
mapas, grabar las lecciones.