martes, 14 de marzo de 2017

LA PENITENCIA DE LOS REPECHINOS

La silueta de la abadía de Canonprint, se perfilaba con una enorme luna llena a sus espaldas.

Era el lugar más temido del Reino por los Repechinos.
Era la morada de Fray Yeloquehay, y todos sabían que quien cruzara aquellas puertas, tal vez no volviera a disfrutar de las embarradas trialeras  ni de los falsos llanos que abundaban en los bosques.
Unas nubes negras se acercaban, y la oscuridad de la noche no auguraba nada bueno.
Cinco Repechinos habían sido llamados por el fraile.
Cobijados bajo sus hábitos azules, cruzados por la Sagrada Cruz amarilla y con sus cabezas cubiertas por la larga capucha, entraron arrastrando sus alpargatas los llamados a la audiencia.
Los altos y gruesos muros no invitaban mucho a la visita, y menos, al ver a los negros cuervos que hacían de “anfitriones de bienvenida”.
Nada más que los Repechinos cruzaron el puente levadizo, los pajarracos emprendieron el vuelo lanzando graznidos, tal parecía que avisaban a Fray Yeloquehay, de la llegada de nuestros amigos.
El fraile estaba frente al fuego, mirando las llamas,  en una gran sala, casi a oscuras, solo iluminada por cuatro grandes cirios, con las manos cruzadas a la espalda.
-          ¿Estáis todos?
-          Si padre.
Uno de los cuervos, que siempre estaba cerca del religioso, salió volando y emitió un gran graznido.
-No veo al Playu, ni a Lynux, dijo el sacerdote sin ni siquiera volver la mirada hacia los Repechinos.
-El Playu fue a una peregrinación y Lynux está en un retiro espiritual
Dijo uno de los asistentes.
-¿Apostarías tu bicicleta porque esa afirmación que haces es cierta?
Dijo Fray Yeloqueahay.
Un escalofrió recorrió la espalda del que había hablado, y los pelos de su nuca se erizaron al ver que el cura levantaba la cabeza muy lentamente y clavaba en él sus fríos ojos.
-Yo….. me dijeron que iban a…..
-Tranquilo, me ocuparé de ellos en breve.
Los caminos del Señor son …… impredecibles.
Al Playu le tengo reservada una estancia en la abadía del obispo KFC, un clérigo llegado de las Américas y que cría gallinas y pollos que son su única comida.
Y en cuanto a Lynux, tendré que pensar alguna sorpresa, pues ha llegado a mis oídos que tiene gastada la pintura de la barra superior de su bici de tanto frotarla con la gran barriga que luce últimamente.
Las gargantas de los Repechinos estaban secas, el prior estaba enfadado, sus vidas valían menos que una cámara pinchada.
Fray Yeloquehay levantó la cabeza. Su capucha cayó sobre sus hombros y un destello de luz brilló en su diente de oro.
¡¡¡¡ Estaba sonriendo!!!!!
Eso era mucho peor.
-          Los Repechinos se están relajando, están cogiendo el lado fácil.
      No hago más que escuchar escusas. Que si me dormí, que si tengo comida familiar, que si va a llover, que si no tengo a punto la bici…..
No me gusta el cariz que está tomando esto, así que para que purguéis vuestros pecados, haremos una ruta para purificar vuestras pecadoras almas.
No tenéis prisa hoy, ¿verdad?
(dijo mirando a Trasmi)
-No padre
(contestó este)
-¿No tendréis una comida de empresa hoy vos, verdad?
(dijo mirando a Motorini)
-No padre
-¿No tendréis que ir hoy a vuestras posesiones más allá del puerto, verdad Turonman?
-No padre
- y vos Mani, tenéis que lavar la bici hoy?
-No padre
-¿Y vos? ¿No tendréis ningún viaje preparado para hoy, verdad?
El ábito de Willy no tocaba su piel. Unas gotas de sudor bajaban por su espalada pese al frio que imperaba en el gran salón.
Intentó tragar saliva, pero su boca estaba más seca que la cadena de la bici tras una ruta veraniega.
Intentó contestar, pero solo un susurro salió de su garganta.
-          No, padre

-Bien, como veo que no tenéis planes, nos vamos a Nava.
Si tras la ruta veo que la apatía y la vagancia siguen con vosotros, pararemos en el Palacio de la Ferrería, allí el Padre Bocanegra, enviado por la Santa Inquisición, tendrá unas palabras con vosotros.
Y así. Al alba los Repechinos estaban en el pueblo de Nava, como había “sugerido” el fraile.


Casi sin palabras prepararon sus bicicletas.
Encomendaron sus almas al Altísimo, ciñeron sus cascos, se colocaron las gafas y tras escuchar los “clic” que indicaban que sus calas estaban en sus pedales, comenzaron a mover sus bielas.

Tras unos kilómetros disfrutando de las aldeas cercanas, la ruta comenzó a “picar hacia arriba”.

El grupo iba compacto. Nadie quería ir el último ni descolgarse ni un metro.
La llegada a la cima de la Collada de Maza dejó coger un poco de aire a los esforzados Repechinos.


-       Os  estáis portado. Me gusta lo que veo. (decía Fray Yeloquehay)

Un amago de sonrisa se perfilaba en los rostros de los ciclistas, a la vez que unas gotas de sudor resbalaban por sus frentes.
La ruta seguía, en silencio, solo se escuchaba el chapoteo de las ruedas en algunos charcos, y el sonido de las cadenas al cambiar de piñones.


El silencio, las miradas furtivas a ver si quedaba algún compañero detrás de ti y el vistazo a ver si faltaba mucho para coronar la siguiente “rampa” era lo único que se notaba en la ruta.
Les Cuerries y sus famosos “falsos llanos hormigonados”, quedaron atrás, pero no se escuchó ni una queja.


Alguna bajada rápida y un incendio en el camino jalonaban la ruta.

Paisajes de ensueño para descansar sin prisas, justo lo que no tenían nuestros amigos hoy.
La última subida nos llevaría hasta Les Praeres, alto desde el que se puede ver hasta el Fariu.

Todo el mundo “apretaba el culo” lo que podía.
-          ¿Se te ve un poco cansado Motorini?
(preguntó Yeoquehay)
-¡¡¡No padre!!!!
(se apresuró a contestar Motorini a la vez que bajaba un par de piñones y su rueda delantera casi buscaba el cielo)
-Pararemos a tomar un refrigerio en el bar.
Os habéis portado muy bien. La media de velocidad ha sido muy buena y el grupo ha ido compacto en todo momento. Veo que aún hay buenos mimbres aquí.



Y así, el grupo hidrató sus gaznates de cerveza fría y sus piernas recuperaron la circulación sanguínea.
La alegría ya imperaba en el grupo y la bajada hasta Nava fue vista y no vista.
Eso sí, hubo que parar en Prá a refrigerar los discos de freno en el rio, pues más de uno los traía al rojo vivo.
Ni siquiera la pequeña y última “tachuela” de llegar a Piloñeta se interpuso en el camino de los Repechinos. La pasaron como si sus pies tuvieran alas.
Y así, con una sonrisa en la cara, los participantes en la ruta llegaron a sus carromatos y recogieron sus bicis.
Una mirada temerosa a Fray Yeloquehay  hizo que los Repechinos vieran una sonrisa en su cara.
-Hoy os habéis portado como auténticos Repechinos, estoy orgulloso de vosotros, pero no os relajéis, o tendré que volver a “disfrutar” de otra ruta con vosotros.
Ahora, Podéis ir en Paz.
Por Nava from Yeloquehay on Vimeo.

Y así, los Repechinos volvieron a sus casas alegres y contentos. Satisfechos del trabajo bien hecho y sobre todo, felices de conservar toda su piel y su cabeza sobre los hombros, cosa que no habría sido posible si el enfado de Fray Yeloquehay hubiera llegado a mayores.

                                                                WILLY