A las 11 de la mañana me uní al grupo, el Niemeyer, era el lugar de encuentro. Había comenzado a pedalear en Luanco donde dejé el coche, 90 km me parecían demasiados tras una semana con algo de fiebre y la gripe cortejándome. 14 Km por la AS-238 a un ritmo llevadero y tras 45 minutos llegaba puntual a la cita.
Mis compañeros no hacía mucho que acababan de llegar al polémico centro cultural. Unas fotografías, una vuelta a su alrededor y de nuevo en ruta.
Mis compañeros no hacía mucho que acababan de llegar al polémico centro cultural. Unas fotografías, una vuelta a su alrededor y de nuevo en ruta.
El Sargento ya había avisado de que se cargasen el track de la ruta todos aquellos que dispusieran de dispositivo GPS y el consejo no era en balde, varias veces cometimos errores a la hora de escoger el camino (pequeños, eso sí) y ya desde el comienzo debimos estar pendientes de los aparatitos para no perder la senda correcta.
En esta primera parte circulamos por la margen derecha de la ría de Avilés flanqueados por naves industriales, factorías y tráfico portuario hasta llegar al faro de San Juan de Nieva. Comenzaban aquí otro paisaje, los acantilados a los que, tras cada recodo, iríamos asomándonos el resto de la jornada. Las vistas eran impresionantes, solo se hubiera podido pedir que el sol hiciera acto de presencia para realzarlas pero, aun así, la belleza del entorno era indiscutible. La playa de Salinas y sus dunas más allá de la ría era nuestra visión cercana hacia el oeste, la escarpada costa y el Cabu Peñes adentrándose en mar al este.
Pedaleando sin demasiado esfuerzo fuimos pasando al lado de los arenales de Xagó y Verdicio, deteniéndonos de cuando en cuando para hacer fotos y contemplar las vistas con tranquilidad.
Pedaleando sin demasiado esfuerzo fuimos pasando al lado de los arenales de Xagó y Verdicio, deteniéndonos de cuando en cuando para hacer fotos y contemplar las vistas con tranquilidad.
Un poco de trekking entre ambas, justo antes de llegar al Molín del Puerto, famoso restaurante por su comida pero sobre todo por la riada que se llevó la mitad de él hace unos años y cuyos efectos todavía se aprecian claramente.
Aquí la espera se prolongó un poco más de lo previsto, algunos no tenían en mente lo de cargar a hombro con la bici y prefirieron buscar alternativas con no demasiada suerte.
Ya bien dada la hora de comer llegamos al Cabu Peñes.
Comimos asomados al balcón natural del cabo, con el mar Cantábrico golpeando contra sus paredes unos cientos de metros más abajo y resguardados del leve viento en la zona exterior de un bar que allí hay, cosa que facilitó aun más el entrar en calor tomando un reconfortante café en su interior al acabar la frugal comida (si se puede llamar frugal a lo que algunos se metieron entre pecho y espalda)
Aquí la espera se prolongó un poco más de lo previsto, algunos no tenían en mente lo de cargar a hombro con la bici y prefirieron buscar alternativas con no demasiada suerte.
Ya bien dada la hora de comer llegamos al Cabu Peñes.
Comimos asomados al balcón natural del cabo, con el mar Cantábrico golpeando contra sus paredes unos cientos de metros más abajo y resguardados del leve viento en la zona exterior de un bar que allí hay, cosa que facilitó aun más el entrar en calor tomando un reconfortante café en su interior al acabar la frugal comida (si se puede llamar frugal a lo que algunos se metieron entre pecho y espalda)
Seguimos recorriendo el perfil costero gozoniego. Nueva parada en la playa de Llumeres a cuyo pie se encuentran los vestigios de lo que fue una mina de extracción de mineral de hierro, con puerto de embarque incluido, cerrada desde 1967. Mina, mar y hierro, podía ser todo un resumen de lo que fue Asturies.
El ascenso más duro del tramo que yo hice comenzaba aquí, no sé si por su inclinación o por los kilómetros acumulados. Habíamos alcanzado Bañugues y aquí tomábamos una senda perfectamente señalizada, con firme de tierra y bordes de madera pero que en algún intervalo su pendiente era llamativa e incluso teníamos que salvarla subiendo escalones.
Para mí se acercaba ya el punto final de la ruta. Ya teníamos Luanco a la vista. La anécdota de la jornada tal vez fuera la que se produjo aquí. Estaba prevista la visita a una pastelería de esta villa. Les marañueles (que al final no sabemos si son originarias de Candas o Luanco) y alguna que otra llambiotada eran obligadas al llegar aquí.
El guía en estos menesteres no podía ser otro que el Sargento. El primer intento fue fallido, estaba cerrada. Ya a las puertas de la segunda pastelería y con la dueña frotándose las manos a la vista de las famélicas caras que traíamos la tropa que paramos a su puerta, se acercó una anciana y, disimuladamente creyó ella, nos dijo que si queríamos pasteles del día que no los compráramos allí, que siguiéramos unos metros adelante y encontraríamos mejor calidad. Hicimos caso a la señora y de nuevo montamos en las bicis dejando a la pastelera con tres palmos de narices y acordándose de los ancestros de la viejecita.
El ascenso más duro del tramo que yo hice comenzaba aquí, no sé si por su inclinación o por los kilómetros acumulados. Habíamos alcanzado Bañugues y aquí tomábamos una senda perfectamente señalizada, con firme de tierra y bordes de madera pero que en algún intervalo su pendiente era llamativa e incluso teníamos que salvarla subiendo escalones.
Para mí se acercaba ya el punto final de la ruta. Ya teníamos Luanco a la vista. La anécdota de la jornada tal vez fuera la que se produjo aquí. Estaba prevista la visita a una pastelería de esta villa. Les marañueles (que al final no sabemos si son originarias de Candas o Luanco) y alguna que otra llambiotada eran obligadas al llegar aquí.
El guía en estos menesteres no podía ser otro que el Sargento. El primer intento fue fallido, estaba cerrada. Ya a las puertas de la segunda pastelería y con la dueña frotándose las manos a la vista de las famélicas caras que traíamos la tropa que paramos a su puerta, se acercó una anciana y, disimuladamente creyó ella, nos dijo que si queríamos pasteles del día que no los compráramos allí, que siguiéramos unos metros adelante y encontraríamos mejor calidad. Hicimos caso a la señora y de nuevo montamos en las bicis dejando a la pastelera con tres palmos de narices y acordándose de los ancestros de la viejecita.
Tras el repostaje de dulces y el aumento de peso en las mochilas (alguno dudaba si tendría fuerzas suficientes para esa carga extra) mis compañeros siguieron camino pues todavía les quedaban varios kilómetros por delante. Yo regresé en coche con 50 km en las piernas, mucho cansancio y una satisfacción proporcional a él gracias a la compañía, como siempre, pero hoy el protagonista sin duda fue… el paisaje.
YLQH.
TRÍO CALAVERAS (salida dominical)
Tres éramos los integrantes de esta ruta dominical, Barrancas, Janjun y Trancas, el escribiente. No apareció nadie más, quizás haya sido por la resaca del sábado sabadete. Los pobres ilusos fuimos hasta el Puentín de la Guía pero nuestro gozo en un pozo, no había nadie esperando.
Emprendimos ruta por la senda del Peñafrancia, en donde nos encontramos a unos excompañeros de trabajo de Barrancas, que los seguimos viendo a lo largo del resto de la ruta, vaya risa cada vez que nos encontrábamos nos decíamos que hacéis aquí, otra vez,….jajajajja
Subimos a Deva, por la trialera del camping, y a continuación quisimos subir el Curbiellu por detrás, hasta arriba, nada de las mariconadas que acostumbramos últimamente. La ruta discurría tranquilamente, hablando de bicis, accesorios, etc. Una vez en la cima donde el depósito de agua, vimos un grupo de ovejas con su cordero guardián, debo decir que los corderinos tenían muy buena pinta.
Una vez en el Curbiellu, quisimos subir hasta la cordal de Deva, alguno quiso evacuar, y me dijo para joder que quiero mear….jajjaajjaja.
Estábamos al lado del observatorio y la ruta no tenía buena pinta para Barrancas, así que decidió abandonarnos, cual desodorante, tenía que ir a currar.
Ante las insistencias de Janjun de querer bajar el Fario, le dije que íbamos a subirlo, por donde a continuación lo bajaríamos, como no me puso problemas, pa riba. No se porque razón, pero en cuanto nos dejo Barrancas, Janjun se puso los cascos, y puso metallica o algo así, me dijo que era porque no le daba conversación…jjajajaja, nada más lejos de la realidad.
Le dije que piano piano, que era cuestión de apretar un huevo contra otro y en un momentín ya estábamos arriba. Subiendo me encontré a un Pelayo, entrado en años, con él que, una vez en la cima dialogamos, antes no fue viable….jajjajajajja.
Nos comentó que iba a ir al Soplao, no le queda nada, ya había ido una vez y que había acabado a las doce, piano piano, buena filosofía. Tras una breve conversación decidimos bajar, para culminar el orgasmo de sensaciones de Janjun, creo que el esfuerzo de la subida le mereció la pena, vaya gritos de alegría daba…jajjjajajaja.
Bajamos por la casa de la radio, para ir hasta la Llomba y una vez, en la senda de la camocha, subimos por la Coria, y bye bye, cada uno para su casa. Muy buena compañía, y lo pasamos bien como de costumbre…jajjaja. Barrancas
YLQH.
TRÍO CALAVERAS (salida dominical)
Emprendimos ruta por la senda del Peñafrancia, en donde nos encontramos a unos excompañeros de trabajo de Barrancas, que los seguimos viendo a lo largo del resto de la ruta, vaya risa cada vez que nos encontrábamos nos decíamos que hacéis aquí, otra vez,….jajajajja
Subimos a Deva, por la trialera del camping, y a continuación quisimos subir el Curbiellu por detrás, hasta arriba, nada de las mariconadas que acostumbramos últimamente. La ruta discurría tranquilamente, hablando de bicis, accesorios, etc. Una vez en la cima donde el depósito de agua, vimos un grupo de ovejas con su cordero guardián, debo decir que los corderinos tenían muy buena pinta.
Una vez en el Curbiellu, quisimos subir hasta la cordal de Deva, alguno quiso evacuar, y me dijo para joder que quiero mear….jajjaajjaja.
Estábamos al lado del observatorio y la ruta no tenía buena pinta para Barrancas, así que decidió abandonarnos, cual desodorante, tenía que ir a currar.
Ante las insistencias de Janjun de querer bajar el Fario, le dije que íbamos a subirlo, por donde a continuación lo bajaríamos, como no me puso problemas, pa riba. No se porque razón, pero en cuanto nos dejo Barrancas, Janjun se puso los cascos, y puso metallica o algo así, me dijo que era porque no le daba conversación…jjajajaja, nada más lejos de la realidad.
Le dije que piano piano, que era cuestión de apretar un huevo contra otro y en un momentín ya estábamos arriba. Subiendo me encontré a un Pelayo, entrado en años, con él que, una vez en la cima dialogamos, antes no fue viable….jajjajajajja.
Nos comentó que iba a ir al Soplao, no le queda nada, ya había ido una vez y que había acabado a las doce, piano piano, buena filosofía. Tras una breve conversación decidimos bajar, para culminar el orgasmo de sensaciones de Janjun, creo que el esfuerzo de la subida le mereció la pena, vaya gritos de alegría daba…jajjjajajaja.
Bajamos por la casa de la radio, para ir hasta la Llomba y una vez, en la senda de la camocha, subimos por la Coria, y bye bye, cada uno para su casa. Muy buena compañía, y lo pasamos bien como de costumbre…jajjaja. Barrancas
barrancas ... ahora me explico porque solo te veo en la salida de las rutas domingueras
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