Ayer,
con motivo de las fiestas del pequeño pueblo de Migalpiri, en Pola de Laviana,
un amiguete de Lynux, nos invitó a conocer las caleyas y falsos llanos de la
zona.
Si
hubiéramos hablado con el Instituto Cartográfico, seguro que hubiéramos ganado
un dinerín, porque podríamos haber sacado fotos “aéreas” de todo el concejo.
Nunca
pensé que una ruta tan “corta”, (unos 35 Km.), podía tener tantas y tan largas
subidas.
Yo
conocía un poco la zona de mis “correrías cinegéticas”, pero el paisaje y las
sensaciones son distintas desde el asiento de un Suzuki a las que percibes
desde el asiento de la Nenina.
De
buena mañana, nos reunimos en el prado de la fiesta, que ya era bastante
“pindio” (de hecho, las cajas de sidra estaban clavadas al suelo para que no
resbalaran por la pendiente ), más de 100 amigos con ganas de deleitarnos con
la ruta que nos habían preparado.
Hay
que reconocer que la gente de la Cuenca es “especial”, y a eso de las 8 y media,
ya nos esperaban en la barraca, “desayunando” con sus cubatas reglamentarios y
sus chupitos de anís de guinda.
En
defensa de los Repechinos, tengo que resaltar, que uno de los “gorriones”,
empezó a buscar su “alpiste” habitual en forma de “cañones de cerveza”, o en su
defecto una buena “pinta de trigo” que llevarse al pico, pero ante la extraña
mirada de los que estaban tras la barra, decidió “plegar alas” y retirarse a
por unos Red Bull que daba la organización.
(Perdón
por el retraso en la crónica, pero me acaban de interrumpir unos Klandestinos
que pasaban por aquí tras una jornada de pesca, unos, y otros creo que de
limpieza de bicis, otros. Los tuve que despedir a manguerazos, porque querían
que les invitara a desayunar, y conociendo la “capacidad del buche de alguno de
estos pajarracos”, hubieran sido mi ruina.)
Bueno,
seguimos con nuestro “vuelo”.
Todo
eran risas y cachondeo entre los participantes, aunque también entre alguno de
los organizadores, que nos comentaban entre risas “ Esti añu hay un par de
rampes un poco más dures que les del añu pasau, vais tener que apretar fuerte
el culo pa subiles”.
No
sé como fue la ruta del año pasado, pero la de este año seguro que no dejó con
mal sabor de boca a nadie.
De
entrada, y para calentar, una larga y no muy pronunciada rampa, nos llevó hasta
uno de los espléndidos miradores desde los que podíamos contemplar la montaña
lavianesa.
No
había mucho desnivel, pero el plato pequeño era de uso general, y a los 20
minutos de subida, las risas y la charla, dieron paso al silencio y los
resoplidos a medida que la cuesta se hacía más y más dura cada vez.
Una
vez que llegamos a la cumbre, y el sol nos empezaba a dejar ver el paisaje
espectacular de la zona, también nos dejó ver que el monte en el que estábamos
no era el más alto, y que había que seguir “cresteando parriba” hasta la loma
siguiente.
Aquí,
Jandrín, Lynux y yo, fuimos cada uno a su ritmo, eso si, siempre peleando “de
la mitad para adelante” del pelotón.
También
hay que decir que éramos los únicos que parábamos cada poco para hacer nuestro
reportaje fotográfico.
Los
montes de la zona están repletos de pistas forestales que son la delicia de los
que nos gusta esto de la bici de montaña, tienen una pequeña pega, que siempre
son “subiendo”, no hay ninguna que baje, y como la Ley de Murphy también
funciona aquí, pues si estas en lo alto de un monte y el de al lado es más
alto, la ruta seguro que va por allí.
A
medida que pasaba la ruta, a nuestro “trío gorrioneril”, le iban cayendo
algunas plumas. Tal vez por las duras y largas subidas, tal vez por el sol
achicharrador, ¿Quién sabe?, pero seguíamos peleando como Piolín contra el Gato
Silvestre.
El
paisaje era cada vez mas impresionante, montes y montes, sin una casa a la
vista, ni ninguna carretera que te pudiera llevar hasta la civilización, está
claro que Asturias es el Paraíso Natural para disfrutar de la montaña.
Hicimos
un reagrupamiento Repechinero-fotográfico, y ya, tras una pequeña rampa de unos
“50 metros abundantes”, llegamos al primer avituallamiento.
Fruta,
bollería, y los pasteles típicos de Laviana, los Bartolos (creo que se llaman
así), líquido en abundancia, tanto en agua como en refrescos y bebidas
energéticas, tipo Red Bull, Rioja Coto y Marqués de Cáceres, hicieron que
nuestras caras cambiaran de aspecto.
Aquí
cada uno de nosotros optó por un menú diferente, uno hidratación “acuática” y
fruta, otro pasteles a “dos manos”, y otro como no había una buena
“Franciskaner” que echarse a la boca, limpió el polvo del camino con unos
buenos “quites” a la cosecha de tinto de la rioja que encontró guardada dentro
del coche de apoyo.
Ya
nos las prometíamos muy felices, y aunque los kilómetros no se movían de
nuestros relojes a la velocidad habitual, las horas pasaban bastante deprisa,
creíamos que lo peor de la ruta ya estaba superado. ¡¡¡¡Pobres ingenuos
pajarillos!!!!
Las
caras alegres tras el repostaje, duraron unos segundos, los que tardó nuestro
amigo de la organización en decirnos que lo duro empezaba ahora.
El
sol no nos daba tregua, y la brisa era algo que se agradecía al llegar a lo
alto de algún monte, pero de lo que podíamos disfrutar solo unos segundos,
porque enseguida tocaba volver a subir por la parte resguardada del siguiente
monte.
Los
gorriones iban dejando cada vez más plumaje enganchado en la abundante
vegetación de la zona, y sus pequeños Kinder ya estaban llegando a su punto de
cocción. Tras una larga subida, llegaba alguna pequeña bajada que apenas duraba
un par de minutos, que se agradecían enormemente, porque además tocaban entre
la densa vegetación y el calor amainaba un poco.
En
la segunda parte de nuestra odisea, empezaron a aparecer las zonas no
ciclables, tanto en subidas como en bajadas. Por suerte, todas ellas eran a la
sombra, y el porteo de nuestras bicis no parecía tan duro. Solo lo parecía.
En
uno de los reagrupamientos “gorrioneriles”, Lynux nos desapareció del plan de
vuelo, y por mas que esperábamos, no llegaba. Tras esperar más de 15 minutos y
ver pasar a infinidad de corredores, llegó uno de la organización y nos dijo
que nosotros éramos los últimos. ¡¡¡¡¿¿¿ Los últimos ¿???!!!!, no dábamos
crédito, la explicación era que habían cortado a los que no habían llegado a un
punto de la ruta a la hora prevista, para no alargar mucho la hora de llegada
al final de ruta.
Tras
uno de los porteos y subiendo una zona hormigonada en la que casi no nos
teníamos en pié con los zapatos de las bicis, llegamos al segundo
avituallamiento.
Uno
de los pueblos de la zona nos esperaba con más comida y bebida para recuperar
fuerzas.
Aquí,
nos dieron tres opciones.
- Quien estuviera muy cascado, podía bajar por carretera hasta el lugar de salida.
- Opción intermedia, ruta que duraría una hora y media, “apretando bien el culo”, porque las rampas que quedaban eran importantes. El pueblo quedaba en mitad de un monte y nos señalaban la cumbre como el lugar por el que teníamos que pasar sin falta.
- Opción dura. Era la idea original, 10 kilómetros para meta, pero de los que 8 eran de los de ir besando el manillar y sentados en la pica del sillín. El tiempo “dos horas abundantes” yendo rápido.
La
opción 1, no sé si la cogió alguien. La 2, fue la elegida por mí, porque los
kinder de este pobre pajarillo estaban en juego si no llegaba al restaurante
donde habíamos reservado la comida familiar.
Jandrín
y Lynux, optaron por la tercera alternativa ya que tenían el bono de libertad
valedero para todo el día.
De
la ruta que a mí me tocó, poco que contar, casi no veía el paisaje, solo veía
la rueda delantera de la Nenina girar y encima muy despacio.
Las
subidas se sucedían, ¡¡¡¡Menos mal que esta es la ruta intermedia ¡!! Decíamos
los que íbamos por aquí. El plato pequeño era algo obligatorio para no marcarse
ningún Andariego, y el grupo enseguida se estiró hasta formar pequeños
mini-grupos de 2 integrantes.
A
una subida larga, le sucedía una corta, y luego un descenso de 1 minuto y otra
vez a por la sesión de nuevas, polvorientas y duras rampas bajo un sol que
achicharraba.
Este
pobre gorrioncillo, ya llegó casi sin plumaje, más parecía un pollo asado
girando encima de la bici para coger buen color.. Poco quedaba del alegre
pajarillo que inició la ruta por la mañana.
Al
final de una de las duras rampas, me pareció ver un Repechín pasar, creí que el
sol me había reblandecido el cerebro y estaba alucinando, así que seguí retorciéndome
encima del manillar y a mi ritmo seguí peleándome como gato panza arriba con
las jodidas rampas.
En
un momento quedé solo y me sentí bastante bien, subía, “jodido pero contento” no
notaba el cansancio y estaba alcanzando a unos
que me precedían. Debí entrar en otro “estado mental”, no tenía mucho
calor y veía flores flotar a mi alrededor y hasta me recuerdo una sonrisa
subiendo una cuesta y pensando….”venga, que aquel que va allí es asequible”, y
lo bueno es ¡¡¡ que lo alcanzaba y lo dejaba atrás ¡!!! Me pellizqué ante la
posibilidad de estar en un sueño , pero no, ¡¡¡eso era real ¡!!!
En alguno de los descensos, la Nenina me salvó
de ir a visitar al dentista y aunque hice algún andariegu bajando, me iba
encontrando mejor.
Por
fin, empezamos un descenso largo, atravesamos un par de pueblos y hasta pisamos
algo de asfalto, y enseguida, en un claro del bosque, pude distinguir, eso si,
a lo lejos, el prado de la fiesta donde empezamos a pedalear.
Más
o menos fuimos llaneando y hasta bajando hasta que cruzamos la carretera
general y enseguida, tras una pequeña subidina, estábamos de nuevo en la
salida.
Lo
que me extrañó mucho, fue que había muchos ciclistas, guardando las bicis y
lavándose, cada uno como podía, hasta en el río. Yo creí que había apretado el
ritmo, y relativamente no me habían adelantado muchos de los de mi grupo, a lo
sumo 3 ó 4, y al ver a tantos aquí, no entendía nada. Mi moral se vino abajo,
yo apretando y llegaron por lo menos 50 delante de mí, ¡¡¡ Vaya mierda, no
valgo para nada ¡!!
La
explicación apareció al llegar al prado de la fiesta, allí estaban todos los
integrantes de la ruta, y entre ellos los otros dos Repechi-gorriones.
Los
organizadores, viendo que la ruta se estaba alargando mucho, decidieron acortar
la ruta más larga, por lo que al final llegaron antes que los de la ruta
intermedia.
Después,
aunque no hubo masaje como al final de la ruta por Somiedo, el baño en el río
nos vino como el mejor de los regalos.
Nadie
se quejaba de si el agua estaba fría, todos estábamos allí disfrutando como
niños en una piscina y para remate, la comida a base de una gran paella ( no sé si había más comida, Jandrín y
Dani nos dirán), puso un buen broche a esta aventurilla por los montes de Pola
de Laviana.
Bueno
amigos, hasta aquí nuestra aventura por Pola de Laviana, espero que os haya
gustado.
Otro
día, más, pero no mejor, porque será imposible.
WILLY
Como siempre una crónica muy wena!!! Cuantas veces oiríamos el sábado "¡Pues todavía qda lo peor!" o.O Como se las gastan estos d las cuencas...
ResponderEliminarEl año q viene cita obligada! A ver si volamos más gorriones repechinos ;)
PD: La paella cojonua y las volldam tb :P
Como siempre una crónica muy wena!!! Cuantas veces oiríamos el sábado "¡Pues todavía qda lo peor!" o.O Como se las gastan estos d las cuencas...
ResponderEliminarEl año q viene cita obligada! A ver si volamos más gorriones repechinos ;)
PD: La paella cojonua y las volldam tb :P
Bravo pajarinos, aunque el mayor pájaro es el escritor de la crónica.
ResponderEliminarPD:Willy no tires la piedra y escondas la mano,nombre apellidos y DNI de los que invitaste a desayunar,que hay mas pájaros que los del relato
¿Tres gorriones? ¡¡Ja!! Con lo que madrugasteis pa ir lo que sois ye lechuces como mínimo.
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